La herencia de mi Padre.

Sin duda mi padre es el ejemplo más importante en mi vida, su esfuerzo, trabajo y entrega formaron mi forma de ser y me dieron un camino propio para poder seguirlo a mi manera. Y tal vez, sin quererlo, marco mi futuro y profesión hace tantos años.

Hace algunas décadas, cuando recién mi familia comenzó a formarse, mi padre entendió uno de los valores más importantes de la vida y el tiempo: La memoria. Y es ese fragmento de tiempo que cada segundo y cada paso que damos nos va definiendo y formando, aunque a veces lo olvidemos. Y es la memoria la que nos permite valorar y entender toda nuestra historia de vida, de ahí la importancia de poder preservarla.

Un día mi padre, con algunos de mis hermanos pequeñitos quizo rendir un homenaje en vida a cada uno de sus días. Salió un día de casa a buscar una cámara fotográfica, pero no quería cualquier cámara, el quería una buena cámara que le permitiera captar instantes valiosos de la historia de sus hijos. Cuando regreso a casa, volvió con una Yashica Electro 35 GSN, una cámara de 35mm muy popular  en los años 60´s y 70´s. Se comenzó a vender en  1966, contaba con un lente de 45 mm a un f1.7, con una obturación de 30 segundos a 1/500. Una cámara de metal sólido que le da una gran resistencia que las cámaras actuales podrían envidiar.

Así, un día mi padre que sin ser fotógrafo, entendió el valor de la historia y lo efímero de puede ser la vida. No sé si lo planeó, pero comenzó a construir y vivir historias con nosotros, cada paso que dábamos, cada celebración, cada momento importante, cada logro… todo, comenzó a quedar registrado a través de una fotografía. Pasarón los años y esos momentos comenzaron a formar parte viviente de álbumes y de cajas llenas de recuerdos. Vimos plasmadas en papel fotográfico nuestra historia de vida,  yo amaba ver y revisar esas casas, esos álbumes, las ampliaciones y las fotografías enmarcadas que tenía mi padre. Esa magia y esa sensación de tocar la fotografía como si pudieras tocar ese instante y vivirlo de nuevo me robaba el aliento.

Me tarde unos años en entenderlo, pero es gracias a mi padre y a ese impulso de detener el tiempo es lo que me hizo volverme fotógrafo. Y esa extraña manía que tengo de fotografiar  todo a cada instante, como si la vida se terminara mañana, también se la debo a él. De querer vivir y construir momentos con mis hijos, se los debo a él. Muchos años mi cuarto fue su oficina, yo me dormía mientras él seguía trabajando y muchas veces despertaba y él seguía trabajando. Admiro su dedicación, su entrega y su esfuerzo, sueño con ser así.

Hoy vivo de la fotografía, capto, construyo y registro momentos de vida, fragmentos de historia, instantes de tiempo míos, de mi familia, de mis hijos y vamos un poco más allá. Lo hago con otras familias que me dan la oportunidad de vivir con ellos esos instantes, y todo se lo debo a mi padre.

Nada se planea, pero cada paso y cada acción nos va formando, incluso sin darnos cuenta. Tal vez no cumplí tu sueño de volverme abogado y seguir tu profesión, pero el día que decidiste darle más valor a la vida y a los momentos que construías con tus hijos y dejarlos plasmados en una fotografía con esa cámara, me diste un destino, un camino y una pasión. Cambiaste mi vida siempre y ame el día que me regalaste esa Yashica llena de historia, de nuestra historia, de nuestra vida.

Gracias por todo, Feliz Día del padre Don Enrique.